La
noticia era bastante escueta. El bus de servicio público había
sufrido un accidente por la imprudencia del conductor y al
estrellarse contra un camión que cruzaba en ese momento habían
perdido la vida 3 pasajeros. El conductor y un par de pasajeros más
resultaron ilesos o con heridas menores. Las tres víctimas habían
sido identificadas por sus nombres pero en la noticia no se daba otra
descripción o característica. Lida había leído una y otra vez el
informe en la prensa, había buscado en otros medios y no encontró
más que una réplica adaptada de la misma fuente. Aún le costaba
entender cómo había salido viva del accidente cuando recordaba el
fuerte golpe contra la silla frente a ella. Le costaba visualizar los
segundos posteriores al impacto, sólo recordaba haber despertado en
medio de una cantidad de curiosos que gritaban y lamentaban el hecho.
Leía
nuevamente los nombres de las víctimas, preguntándose por qué
justamente ellos y no ella. Esa incertidumbre que brinda el
sobrevivir sin más justificación que el azar. Tal vez intentaba
expiarse de una culpa que evidentemente no era suya, pero que sin
querer estaba cargando. Ya había logrado identificar los rostros de
las tres víctimas, su mente los ponía nuevamente en aquel bus e
intentaba traer a la memoria las impresiones que se había hecho de
ellos cuando los vio efímeramente al abordar. No había ninguna
historia en particular digna de ser contada. Eran sólo tres
coyunturas sin algo extraordinario que coincidían en un espacio –
tiempo sin otra particularidad que la casualidad fatal posterior.
Sintió un poco de tristeza por no tener mucho más para decirse. Le
pareció frívolo que la vida pasara de forma tangencial sobre ella.
Ya volvería a sonreír cuando la memoria cubriera el dolor.
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