Julio la reconoció de
inmediato. Había leído en el periódico la noticia sobre Ámbar, la
misteriosa niña que aparecía esporádicamente en las estaciones del
Metro cuando ocurría una fatalidad al interior de ellas. El artículo
comentaba que los ojos de la niña cambiaban de color unos segundos
antes de que de forma abrupta y silenciosa apareciera una víctima en
medio del caos diario del sistema de transporte. Nada se sabía sobre
ella, no tenía un horario o una rutina. Los curiosos la habían
bautizado Ámbar por el color de sus ojos durante su estado “normal”.
La estación estaba
particularmente atestada ese día. Julio intentaba recordar cada
rostro que veía, imaginando cuál de ellos sería la víctima que
vaticinaba la presencia de Ámbar, como si quisiera servirle de
último testimonio ante el inevitable destino. Los minutos pasaban y
nada parecía alterar el ya anárquico vaivén de la estación. Julio
no perdía de vista a Ámbar que poco hacía por pasar desapercibida
entre la multitud. Estaba sentada en suelo, con su vestido blanco
inmaculado y la mirada fija hacia la nada. Julio intuía que otros la
habían reconocido y por eso la evitaban, pero para la mayoría de
efímeros habitantes de la estación era una simple presencia
invisible más.
La angustia hizo presa de
Julio. Nunca había sido bueno para esperar y el paso del tiempo le
llenaba de impaciencia. Pensó en acercarse a Ámbar y gritarle,
obligarla a hacer su trabajo... se llenó de un miedo petrificante
que lo devolvió antes de empezar a caminar.
El tren que llegaba se
detuvo y Julio vio su reflejo en una de las ventanas del vagón
frente a él. No tardó mucho en comprender que los ojos que buscaba
en la multitud eran los suyos, cuando en el reflejo también vio los
ojos de Ámbar cambiando a un color violeta. Esperó (curiosamente)
paciente a que el último suspiro de aire dejara su cuerpo.
El tren dejó la
estación. Julio necesitó un par de segundos para comprender que la
única fatalidad era seguir allí.
Este me gustó mucho!
ResponderEliminarBuenísimo. Y qué señor título.
ResponderEliminar¡Genial esta historia! Me encantó.
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